Felipe's speech casareal.es:
Palabras de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias en la Cumbre Internacional sobre Democracia, Terrorismo y Seguridad
Madrid, 8 de marzo de 2005
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En primer lugar, permítanme dar las gracias al Club de Madrid y a todos los que junto a esta entidad han trabajado y colaborado para organizar esta Cumbre Internacional sobre Democracia, Terrorismo y Seguridad, por invitarnos a la Princesa y a mí a presidir este acto.
Es un honor para nosotros dar nuestra más cordial bienvenida a España -más concretamente a Madrid- a todas las personalidades y expertos de muy diverso origen y nacionalidad que han querido sumarse a esta importante cita. Su participación en el marco de esta Cumbre nos reconforta, pues nos confirma que en la comunidad internacional no faltan voluntad, esfuerzos y recursos para afrontar con éxito la lucha contra la abominable amenaza que el terrorismo plantea a las sociedades democráticas.
España, una sociedad libre, plural, democrática y amante de la paz, viene sufriendo por desgracia desde hace muchos años los estragos de muerte y dolor que causa el terrorismo. Pero también ha expresado el rechazo y la indignación que todo atentado siempre genera.
Este acto, en vísperas del primer aniversario de los atroces atentados terroristas perpetrados el 11 de marzo de 2004 en Madrid, nos brinda la oportunidad de reiterar nuestra más firme condena y repulsa ante la barbarie que entraña el terrorismo, por su consustancial desprecio a los derechos y libertades fundamentales. Nos permite, al mismo tiempo, rendir un emocionado homenaje de reconocimiento y respeto a todas las víctimas del terrorismo, así como expresar una vez más de corazón a todos sus familiares nuestro mayor afecto, apoyo y reconocimiento de una deuda solidaria.
Unos sentimientos que en estas fechas queremos dedicar en particular a los ciento noventa y dos niños, mujeres y hombres que fueron brutalmente asesinados, a los cientos de personas que sufrieron heridas de diversa consideración en aquellos crueles atentados del pasado 11 de marzo en Madrid, y a las familias de todos ellos. Nunca podremos olvidar la honda conmoción y el profundo dolor vividos en aquellas horas, ni todos aquellos gestos solidarios y generosos que se vieron entonces en nuestra ciudad.
Democracia y terrorismo son, obviamente, dos conceptos absolutamente irreconciliables. La democracia, cuya extensión y consolidación en el mundo entero constituyen la razón de ser del Club de Madrid, se basa en el respeto a los derechos humanos, a la libertad y al pluralismo, y requiere del buen funcionamiento del Estado de Derecho para garantizarla. El terrorismo es, en cambio, por esencia y por definición, una amenaza para la vida, ultraja los derechos fundamentales, niega la libertad y ataca al Estado de Derecho. Por ello, es consustancialmente enemigo de la democracia.
La violencia terrorista, sus asesinatos, los daños que causa, las amenazas y extorsiones que utiliza, no admiten justificación alguna. Su erradicación constituye un objetivo prioritario e inaplazable. Un objetivo que reclama la unidad de todos los demócratas, el empleo de todos los instrumentos del Estado de Derecho y el refuerzo efectivo de la cooperación internacional, hasta conseguir su total eliminación.
También nos debemos a todas y cada una de las víctimas del terrorismo, a sus familiares y amigos más cercanos. Su memoria, inmenso dolor, inconsolable tristeza, ejemplo y valentía nos recuerdan la dimensión de la deuda que tenemos contraída con todos ellos. Siempre estarán en nuestro corazón. Pero, ello no basta. No sólo merecen cariño y consuelo, sino también respeto, dedicación y entrega solidaria a sus derechos, necesidades, problemas y anhelos.
En definitiva, como dije al inaugurar hace poco más de un año el I Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo, el compromiso de los Gobiernos, de la comunidad internacional, de todas las fuerzas políticas democráticas y de los propios ciudadanos frente al terrorismo debe permanecer activo y alerta. Nuestro objetivo común no puede ser otro que acabar con él.
A la mentalidad totalitaria de los terroristas debemos oponer nuestra pasión por la vida, por la libertad, por la justicia y por la democracia. Ante su brutalidad y ante quienes los amparan o protegen, contamos con la superioridad ética de un sistema que hace del pluralismo su piedra angular y, por ende, debemos desplegar la eficacia de las instituciones democráticas, el peso de la ley y de la justicia. En ello reside nuestra razón y nuestra fuerza.
Para poner fin a mis palabras, tan sólo quiero desearles mucho éxito en su tarea. Como Heredero de la Corona, pero también como persona y como ciudadano, junto a todos ustedes, albergamos la esperanza de que los resultados de sus trabajos sirvan para avanzar en la erradicación del terrorismo y contribuyan a potenciar, todavía más, nuestro compromiso común de luchar coordinada y firmemente contra la barbarie que representa este fenómeno. Un empeño que no puede disociarse del inexcusable deber de apoyo, entrega y solidaridad que tenemos contraído con todas las víctimas del terrorismo y con sus familias.
Muchas gracias.
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