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Afirman, quienes bien la conocen, que es lista y voluntariosa. El biógrafo del Rey, José Luis de Vilallonga, sostiene que va a ser ella -"sin ninguna duda"- quien lleve las riendas familiares. En esto no se equivoca. Una de sus primeras decisiones, tras la petición de mano, fue cambiar las cortinas de todas las habitaciones de la casa del Príncipe.
Perfeccionista hasta el agotamiento -cuando presentaba los telediarios tenía por norma controlar la iluminación, el vestuario,la peluquería y el maquillaje-, Letizia Ortiz Rocasolano, de 31años, se va a convertir en princesa de Asturias el próximo 22 de mayo.
Nació en Oviedo, en el seno de una familia de clase media. Su padre, Jesús Ortiz, periodista como ella, trabaja en un gabinete de comunicación. Su abuela paterna, Menchu Alvárez del Valle, fue una conocida locutora. Su madre, Paloma Rocasolano, es enfermera y sindicalista. Los padres están separados. El abuelo materno, Francisco Rocasolano, ya retirado, se ganó la vida como mecánico y taxista. La prometida del Príncipe tiene dos hermanas, Telma y Erika.
Las personas -según sentencia Arthur Schopenhauer- se intentan dar a conocer mediante sus ideas, pero lo que las define son sus gustos. Siguiendo esta premisa del filósofo alemán, podemos elaborar el siguiente retrato robot de nuestra protagonista. Antes de conocer al Príncipe, Letizia Ortiz se compraba la ropa en Zara. Los telediarios, en cambio, los presentaba con diseños de Adolfo Domínguez. En la pedida de mano del palacio de El Pardo eligió un modelo de Armani que le costó algo más de 1.200 euros. Días después se la vio en una de las tiendas de esta firma, donde adquirió varias blusas y pantalones. Prefiere esta prenda a la falda, pues considera que tiene las piernas muy delgadas. En la Casa Real le han aconsejado que utilice falda -más femenina- y restrinja el uso de los pantalones. Para las salidas informales se viste con vaqueros y lleva gafas de sol. El pelo se lo recoge en una coleta. Apenas se maquilla. No le gusta aparecer 'muy arreglada', ni 'muy perfumada', aunque, cuando lo exige el guión, controla los más mínimos detalles.
A Letizia Ortiz le apasiona la música -toda la música-, desde Wagner, Grieg y Tchaikovski hasta los Dire Straits, Supertramp y Joan Manuel Serrat. Y, al igual que el príncipe, le encanta bailar salsa. Su relación con el escritor y profesor de literatura extremeño Alonso Guerrero -mantuvo un largo noviazgo (diez años) y un corto matrimonio (apenas unos meses)- le acercó a otra de sus grandes aficiones: la literatura. Uno de sus mitos es el periodista polaco Ryszard Kapucinsky, cuya obra 'Los cínicos no sirven para este oficio' lo tiene como libro de cabecera. "No te creas nada hasta experimentarlo por ti mismo". Esta máxima la cumple a rajatabla.
Hace gimnasia y, desde hace unos meses, caza y practica el esquí. Durante su etapa profesional prefería viajar a permanecer en las redacciones (cubrió, como reportera, el desastre del 'Prestige' y algunos episodios de la guerra de Irak). Es una experta gastrónoma. Más, incluso, que el Príncipe. Hay temporadas que le da por decir que está gorda y hace curas de adelgazamiento a base de té con limón y ensaladas.
La que en un futuro será reina de España cursó estudios primarios en el colegio La Gesta de Oviedo. Cuando cumplió 15 años, en 1987, sus padres se trasladaron a Madrid, a un chalé de 230 metros cuadrados en la zona de Rivas-Vaciamadrid. Terminó el bachillerato en el instituto Ramiro de Maeztu, donde conoció a Alonso Guerrero. Letizia y sus hermanas recorrían Madrid de punta a punta y acababan agotadas. El padre, los fines de semana, y para compensar, les hacía una fabada, plato que, por lo visto, le queda fantástico.
Desde segundo de carrera empezó a hacer prácticas en 'La Nueva España' de Oviedo (ya había hecho sus primeros pinitos en los micrófonos de su abuela, la popular Menchu Alvárez). Nada más licenciarse en Ciencias de la Información, con 23 años, decidió viajar a México. "Quiero saber que soy capaz de hacer por mí misma", le confesó a una amiga. Colaboró en el diario 'ABC' y luego en la agencia EFE, donde hizo las prácticas del último año de carrera. Tras su etapa mexicana estuvo en el canal económico Bloomberg y posteriormente en CCN+. Su trabajo en esta cadena privada fue duro: se levantaba a las dos de la mañana para arrancar con el informativo matutino. Su marido, Alonso Guerrero, le acompañaba en el desayuno, pero el matrimonio-con ese horario tan desquiciante- comenzó a hacer agua.
Segura de sí misma -siempre le dijeron que su rostro 'enamora ala cámara'-, Letizia Ortiz envió un vídeo de su trabajó en CNN+ a Televisión Española. Lo vio el director general, Javier González Ferrari, y la fichó para el Canal 24 horas. En verano de 2002, sustituyó a Baltasar Magro en 'Informe Semanal' y es aquí -muy posiblemente- donde el Príncipe la 'conoció'. Su ascenso -a raíz de la cena en casa de Pedro Erquicia en octubre de aquel mismo año- fue meteórico. De un salto y dos zancadas se situó al lado del vilipendiado Alfredo Urdaci, con quien presentó el telediario más visto y codiciado por los profesionales, el que emite La Primera a las nueve de la noche. El 31 de octubre de 2003, un día antes de anunciarse el compromiso, salió a antena con la entereza de siempre. Sabía que era el último telediario de su vida.
La primera sonrisa que le arrancó el Príncipe ocurrió en la célebre cena organizada por Pedro Erquicia y tuvo como origen el tamaño de sus respectivas viviendas. Letizia Ortiz le habló de su casa de Valdebernardo, de apenas 90 metros cuadrados. "Si quieres podemos trasladarla a mi dormitorio", dijo el Príncipe. "Y si la apretamos un poco, la podemos meter en el vestidor". El Príncipe estuvo ocurrente y Letizia Ortiz respondió con una abierta sonrisa. La sonrisa, el primer impulso -decía Miguel Mihura- que un hombre debe provocar en una mujer si desea conquistarla.
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